viernes, 27 de abril de 2012

LA POESÍA DE RAFAEL RODRÍGUEZ ALMODÓVAR


En esta nueva entrada del blog extramuros, nos complace traer una breve selección de los poemas de Rafael Rodríguez Almodóvar,  uno de los promotores de la Revista Literaria Extramuros (junto a José Espada y Antonio Díaz Lafuente), Académico, amigo y poeta de vocación verdadera. Adjuntamos al contenido de esta página los enlaces correspondientes con el blog Ancile para su óptima difusión, lugar donde también  podrán ir contemplando la trayectoria de esta publicación de obligada referencia.




 LA POESÍA DE 
RAFAEL RODRÍGUEZ ALMODÓVAR



A MITAD DE MI VIDA
TUVE QUE AUSENTARME




A mitad de mi vida tuve que ausentarme.
Te dejé en las alturas de tu San Miguel,
que adivino en la noche, sonando tus campanas.

Lejos de ti, he perdido en el aire muchas primaveras
y mi corazón contigo, cansado y peregrino,
perdió la raíz que me ataba a la tierra de vides y de trigos.

Ya no siento a los vinos envejecer en el roble,
ni su aroma punzante cuando llega setiembre,
ni el rítmico pisar de las botas de clavos
sobre el verde cristal de la uva brillante.

¡Aquellos carros cargados de toneles, tirados por mulas,
en mi Xerez de niño!
¡Aquellos naranjos de tantas calles,
cuyo aroma punzante mató la polución!
Se fueron para siempre mis mejores amigos.
Perdí para siempre la sonrisa materna
y el abrazo fuerte, paternal y triunfante,
que me enseñó la palabra, la verdad y la vida.

Sobre la piedra perenne, el gozo del aire.
Sobre el mar que adivino, la mediata llanura
que el Guadalete baña, donde Tartessos tuvo
su esplendor y su gloria.

San Miguel me abre a todos los caminos.
Me lleva a todos los recuerdos,
acrecienta del gozo la tristeza infinita.
¡Oh mi ciudad perdida! ¡Oh mi querida ciudad
que te alzas y exiges mi dolor!
Me convocas todas las mañanas a tu presencia
y allí donde la esquina adelgaza la mirada
y donde la piedra de la calle amortigua la pisada de los siglos,
me llenas de silencios, de aromas de los vinos
dormidos en el frescor de los claustros oscuros
de tus viejas bodegas.

Me convocas, ciudad, a los largos silencios
de los parques,
a los otoños tristes de las calles vacías,
al amor imposible, roto cada tarde,
para volver mañana gozoso y triunfante.

Oigo ahora tus campanas.

Cerca de mí, el mar y la montaña.
Por el aire, tú, ciudad. Tú, torre, por el aire.




ESTA SOLEDAD QUE ME CIRCUNDA




ESTA soledad que me circunda,
sentida así, tan dolorosamente,
hablando y riendo, y doliendo
el corazón, y por la frente
fundir allí dolor y sufrimiento.

Sentirme en soledad, gritando
ante el mar, y en su oleaje
ver una vez y otra vez
como se rompe sobre la roca el agua,
que salta en pedazos de mil soles
y ver ante el mar como también se quiebra
como las mismas olas, mi dolor de hombre.

La angustia de estar aquí,
añorando la plaza donde jugar solía
de mi ciudad natal.
Oír la voz maternal que me llamaba,
la voz que ya se fue, que ya no es nada.
Que sí es. Esta tarde en el pecho
una opresión gigante me atormenta,
un viento letal quema mi piel
y una congoja mi soledad aumenta,
como crecen los soles y se ven
en el día perderse las estrellas.

Volver otra vez a mi niñez perdida.
Solo, sí. Pero ayer una rosa era una rosa.
Una ilusión, un paso gigante por la vida.
Ahora la soledad me cubre. Me duele
el libro que en las manos tengo.
Me duele la razón de vivir. Me violenta
el saber que no es vivir, cuando se está muriendo.

Que me pongan mi vida ahora,
mi soledad primera,
para que esta angustia que me va creciendo,
la grite al mar y en el mar se pierda.




EL PUENTE DEL TIEMPO,
QUE APRISIONA




EL puente del tiempo, que aprisiona
el pasado y el ayer por el que anhelo
cruzar la alameda y el parque
donde jugar solía, bajo la vigilante
mirada cariñosa de mi madre solícita.

El otoño triste del árbol derribado
sobre la acera estrecha del pasado
donde jugaba ilusión, jugaba alegría,
donde el destino programaba
la presa rota de una meta
que nunca alcanzaría.

Ahora que la nieve oculta la montaña
y el sol se rompe en dos mil soles,
aquellos naranjos de mi ciudad perdida
se tornan en fantasmas imposibles
de una angustia interior que me aprisiona
como una losa de mármol o un vino amargo
de una mala cosecha, de una sucia vendimia.






MI CARTA ESTA ECHADA




MI carta está echada,
no tiene retorno.
La he franqueado con nubes
que presagian una fina lluvia
que, en las barandas del día,
pondrán brillantes perlas.
Podrá la tarde retrasar su llegada,
pero ella la espera
como ocasión propicia
para encontrarse conmigo
donde no exista solución de pasado.
Pero claridad diáfana de futuro
aguarda la esperanza
de volver de nuevo
al mundo de la gracia,
a la recoleta plaza,
a la paz primavera
de los días inefables.
Sí, mi carta llegará
con un mensaje de amor
desde los balcones del alma.


En ningún tiempo
[1990]







 HAY UN MUNDO DETRÁS, QUE ME PRESIONA


I


HAY un mundo detrás, que me presiona.
Un ayer que conforma este presente,
que se cuelga a mi espalda como alforja

pesada, de dolores y de gozos.
Una ciudad natal, que no se olvida.
Un presente en Granada, que cautiva,

queriendo serenar mis emociones.
Vencer y convencerme que sí vivo,
que grito, aunque por dentro me desgarre,

que me rompe las noches y los días
las fuerzas que me explotan en el aire.
Necesito una mano que me oriente,

un escalón de paz que me sostenga,
un mar azul de infinito horizonte,
una ilusión, un sueño, una quimera.





 DEJAS QUE EL AGUA DE MI FUENTE





DEJAS que el agua de mi fuente
en tus manos juegue. Estrellas fugitivas
por tus dedos alborotando salten
y que la noche silente nos enseñe
y nos lleve alrededor de los días.
Que olvide los malos presagios
de aquellos adivinadores de lunas,
que perdieron el futuro en una carta vacía.

Pon aquí, por una vez tan sólo,
un signo de esperanza, con vocación de entrega
y no te adelantes al tiempo y la miseria
de un cordel que se rompe cada tarde
si tiras de un desmayo y la fisura
de una flor que se abre al mediodía.

Cuando el tiempo no conduce a esperanzas
de alborotados días, ni tranquilos atardeceres,
dejas que el dolor de tu enfermiza angustia
tenga en mi boca la última palabra.



Ámbar de mi vino
[1992]









SOLEDAD TEJIDA





Juntas estáis en la memoria mía
GARCILASO


EN mi reloj llovían los desánimos
clavados en tictac impenitente
a todas horas.
Amanece ya.
Hay un clamor de esperanza en mi ventana
que ata y desata el pensamiento yermo,
buscando de sus luces la presencia
que nunca acaban de alumbrar
del todo.

Hago y deshago, por hacer
sin rumbo, en mi torpeza mañanera
y mis pasos se cruzan con mis pasos
en esta soledad que voy tejiendo.

El tiempo va quedando
atrás irreversiblemente
con un tictac doliente...

Será que ya no existo,
que me he perdido en la memoria mía.








DE VOCES Y SILENCIOS




Reabrir los pasos dados
y pisar por encima de sueños quebrantados
si el futuro se agosta
como arroyo en verano.

Tras la idea queda
un esquivo remanso;
contra el muro se aquieta
un reclamo de voces que alteran los silencios
y el dardo que no llega
al centro de los días.

Los pies sobre el asfalto no pisan con firmeza.
La duda y la zozobra, sollozo de las horas.
La claridad en mis manos
en niebla se confunde.

No bastarían mil años, ni mil palabras nuevas
para encauzar lo incierto.

  
De nieblas y silencios
[1998]






EN SOMBRAS





SINTIERA el peso de mis años
y, sin más, se quebrara
el pausado andar de los días
en la ciudad perdidos;
buscara algún encuentro
donde pudiera hablar
del pasado reciente
con alguien que atendiera,
sin asombro posible,
y sufriera las pausas
que genera el dolor.
Que aceptara una copa y otra copa de vino
y, sin cambiar los pasos,
el fiel amigo me dejara,
por el alcohol rendido,
en el patio de casa
en las sombras del día.

Si esto ocurriera, que rechazo
por ética de hombre,
cuando el deseo me puede,
me conmueve y me inclina
a perderme en la nada,
me afirmo en la miseria
de saberme agotado
y mi tiempo cumplido.

Memoria del tiempo cumplido
[2001]









SIN VOCES




FILTRABA la mañana
por rendijas del amplio ventanal
primeras luces.

Serenaba la soledad sin voces,
que el peso de las horas
hacían barro y tierra.
Ningún contacto
de la llamada externa.
Podridas las raíces
sin necesario arraigo,
jardines agostados,
vencidos los girasoles y trigos.
Pero llenar los odres
no frena la derrota
cumplida en este tiempo
sin posible regreso.








PREGUNTA




LE voy ganando al tiempo
parcelas de poder en la memoria
como paso las páginas de un libro,
en sucesión de horas,
hasta encontrar
la palabra que cifra
la identificación de un verso
que se enmarque en la vida.

Si marchas hacia atrás en tus recuerdos
y es severo el juicio
y templas el agobio
de saber que te enfrentas
con el dardo en la mano
para romper los hitos
engañosos, las pasadas afrentas,
aventadas por aires de sorpresas.

Si esta película de vuelta
de impenetrable niebla
es huella del pasado
certifica el mal oficio
que generaron otros,
¿cómo salir airoso
destruyendo imágenes?




 Vigilia de los días
[2006]




                                         Rafael Rodríguez Almodóvar









domingo, 15 de abril de 2012

DISTINTA NOCHE, DE ELENA MARTÍN VIVALDI, OTRA INICIATIVA DEL PROYECTO EXTRAMUROS


Ofrecemos esta entrada para mostrar otra de las realidades llevadas a cabo por lo que fue en su momento el proyecto Extramuros, nos referimos a la iniciativa editorial que surgió alrededor de la Revista Literaria Extramuros. Uno de los títulos fue precisamente Distinta noche, poemario que fue compilado con la obra dispersa (y algún inédito) de la poeta Elena Martín Vivaldi. Edición que estuvo al cuidado del que fuera uno de los fundadores de Extramuros, José Espada (y, con toda modestia, por mi mismo). Hemos querido traer aquí, la nota editorial precisamente del que fue director y fundador de la revista, José Espada, para la ocasión. También rescatamos alguno de los poemas de tan querida publicación para nosotros. Queremos pues, dejar constancia del esfuerzo de Extramuros y de sus extraordinarios productos literarios y artísticos de los que seguiremos dando cuenta en próximas publicaciones, sin descartar el trabajo que todavía sigue haciéndose de la mano de otro de los fundadores, Rafael Rodríguez Almodóvar, que sigue encabezando con tan buen criterio esta sensacional iniciativa.






DISTINTA NOCHE



NOTA DEL EDITOR



La publicación de este libro quisiera ser un modesto homenaje póstumo a una de las poetas españolas de más alta calidad de este siglo que termina: Elena Martín Vivaldi.
Siento cierto resquemor acumulado por retrasos de salida de esta obra, débito ineludible al compromiso de amistad y a la profunda devoción que siempre he tenido a Elena, referida muy especialmente a los últimos diez años, a raíz de una entrevista que le hice para incluirla en mi libro «Poetas del Sur», en el año 1987.
Desde entonces han sido muchísimas las tardes compartidas, con improvisadas tertulias literarias. Por supuesto, fui confidente de sus enojos ante el agravio de la marginalidad que tanto le afectaba: los silencios, las omisiones, las ausencias inexplicables, etc; es decir, ante el problema que se crea siempre cuando uno se ha quedado a la orilla del tiempo. Elena había nacido en 1907.
Hoy la sigo viendo en la pantalla más recóndita de mi mente como un primer plano f~o de vivo recuerdo que no palidece. Elena Martín Vivaldi estilizó su muerte con la misma cadencia que, palabra tras palabra, alisaba sus versos. Murió en soledad acompañada. Nunca le faltó alguien a su lado, pero en sus días finales su reino ya no era de este mundo. Se extinguió en la más completa soledad interior, como ella había deseado, recogida pudorosamente en un silencio sellado, en la madrugada del día 9 de marzo de 1998. Un mes antes había cumplido noventa y un años.
La última tarde, cuando ya se veía llegar el final, la estuve acompañando. Ante su tremendo enmudecimiento sin fractura, hice un patético intento de comunicarme con ella. Le hablé con obstinación. Traté inútilmente de animada, dándome ánimos a mí mismo. Nada estremecía ni un músculo de su cara; nada hacía mover sus labios. Pero ante el muro de espeso silencio que nos separaba, yo insistía para saber, al menos, si había oído lo que le estaba diciendo. Puse mi mano en la suya y le pedí que la apretara si me había comprendido. Pasaron unos segundos, una eternidad de tiempo muerto. Por fin, sentí una leve presión; y fue así, en precario, como nos dijimos un adiós, que iba a ser el último.
Este libro en que hoy pongo mi firma como editor, cierra el proyecto que con ella planeé para publicar sus poemas dispersos no incluidos en sus libros, añadiéndole los inéditos que pudieran recuperarse. Muchos de los textos recogidos aquí, han sido publicados en revistas, folletos de homenajes o felicitaciones navideñas. Otros, están dedicados a poetas, como Soto de Rojas, García Lorca, Machado, Carlos Villarreal, y otros pertenecientes al archivo personal del propio Antonio Carvajal. Varios, están destinados a sus familiares más allegados. Es posible que, con mucho tiempo por delante, hubiéramos encontrado algunos originales más. Pero esto no importa demasiado en aras de lo esencial a nuestros fines.
Cuando llega el primer aniversario de su muerte cumplo, pues, lo que prometí a Elena. Y para que el proyecto contara con el respaldo poético necesario, pedí la colaboración experta de un poeta amigo suyo entrañable, como Antonio Carvajal, Y también de Francisco Acuyo, director de la colección literaria Extramuros, más la ayuda de sus familiares y amigos, como garantía al dificil trabajo de recopilación, depuración y anotación de textos. Mi gratitud, por tanto a toda la familia y a los amigos que nos han ayudado. Pero, muy especialmente, a Antonio Carvajal y a Francisco Acuyo, con mi reconocimiento al trabajo realizado, y, por supuesto, a Marite Vivaldi por el empeño y cariño que trascienden sus ilustraciones. Lamento que algunos escritos hayan podido quedar en los arcones del anonimato.
Con inéditos o sin ellos, deseamos mantener vivo el recuerdo de Elena que, sin duda, se agiganta cada día a impulsos de la lozana presencia de su obra. Mientras, crece sin cesar su memoria en quienes la conocimos; y así sigue conquistando el corazón de sus lectores, cada día más numerosos, porque en toda nueva lectura multiplican los descubrimientos de la belleza de su poesía y perciben el agua viva que circula en el entramado lírico, tenso, dramático y amoroso de sus poemas.



                                                                                                                              José Espada







                                                                                                                
CANTO




Por encima de la nieve,
un pajarillo se atreve.
Blanco.
Un pajarillo se mueve,
pardo.

Paseando a la mañana;
blanco.
Un pajarillo, en la nieve,
pardo.

Buscará por los tejados...
¿Qué?
Un pajarillo se atreve.
¡Bien!

Descubrir entre lo blanco...
¿Qué?
Ramas para la esperanza.
¡Bien!

Por encima de la nieve
¿Di?
Un pajarillo se mueve.
Sí.

Blanco, blanco, nieve, blanco.
¿Qué¡Bien!
Sí.

Por encima de la nieve,
blanco.
Un pajarillo se atreve.



NEVERMORE


Aguda espina dorada...
A. MACHADO




El camino se acaba, y la mañana
ya no enciende la antigua melodía
con el nacer la aurora tan temprana,
trayendo la noticia fiel de un día.

Ya no habrá de las rosas la fragancia;
senderos en jardines otoñales.
Ni los días azules de la infancia
se inundarán de sol. Tras los cristales

no llamará la lluvia, persistente,
con sus húmedos dedos, en la tarde
triste y gris de un invierno. Ni doliente,

aquella aguda espina, si dorada,
llegará al corazón, de un dios alarde,
hiriéndole: en el pecho -¡amor!- clavada.





LA MÚSICA CALLADA


A Mª Teresa Vivaldi



Se quedó el mundo solo, sin aroma,
solo en su inmensidad,
desposeído, sin dolor. Callado.
Como sonido mudo,
roto arpegio,
apagándose, huyendo, desangrándose. Inerme.
Sin un ritmo, en sigilo de palabras y voces.
Solo.
Sólo quedó el color arco iris, promesa.
Oculta sinfonía.

Azul.
Azul de los silencios imposibles,
nocturno azul. Recuerdos.
Inundación de cielo y mar, entrelazados, vírgenes.
Mañanas transparentes,
altos presagios. Ecos.
Antorchas de la noche:
oscuridad visible.
Nombre y azul.
El aire.
Y el amarillo fue. Armonía total,
rama del entusiasmo,
del llegar a la cima,
de alcanzar la alegría.
Gozo de la nostalgia y el nacer de un otoño.
Amarillo triunfante.

Y el verde.
Llama de amor y síntesis —¡ay azul y amarillo!.
Y se abrían las hojas
de aquel árbol, llegando casi a un cielo perdido.
Recientes primaveras, entre un bosque de brazos
tendidos a una altura.
Verde.
Toda la gracia única de la tierra en tu nombre.

El rojo. Intensidad.
Gritos de plenitud, ascendiendo en su audacia.
Palidecen los ocres, los rosas se deshacen,
los morados se esfuman,
a su fulgor vencidos.
Rojo. Fuego escondido entre cuerpos desnudos,
abrasando los miembros,
alzados hasta un muro:
y, nuevo, el blanco ardía sosteniendo el espacio.

Sin aromas...
Sólo vibra el color.
La música callada.





Elena Martín Vivaldi (de Distinta noche 1999)







jueves, 22 de marzo de 2012

EXTRAMUROS EN LA RED: NÚMERO ESPECIAL A ELENA MARTÍN VIVALDI

Como ya anunciábamos anteriormente, la Revista Literaria Extramuros se encuentra ya en la red. En esta ocasión, vamos a ofrecerles un número de la revista agotado hace ya bastante tiempo y que  portaba un especial dedicado a la poeta Elena Martín Vivaldi. Nos referimos concretamente al número 41-42 y del cual mostramos aquí algunos detalles así como el enlace correspondiente para su observación y lectura. Quede pues, aquí, nuevo testimonio de esta revista de ineludible referencia en nuestra lengua.









** Dado el formato especial de la Revista Extramuros, cuando accedan al lugar de la revista, y si no pueden pasar las páginas, pulsen el botón derecho del ratón, y donde dice mostrar todo, pinchar o dejar de pulsar dicho botón, y tendrán el formato adecuado para pasar las páginas, al fondo, a la derecha, bien arrastrando las páginas, o pulsando con el boton izquierdo en dicho lugar.